Los bajos caudales de los ríos y las altas temperaturas de sus aguas obligan a reducir la actividad de las centrales, que necesitan agua para generar electricidad y alimentar los sistemas de refrigeración.
La escasez de agua en el viejo continente, la más intensa de los últimos siglos, se debe a la expansión del anticiclón de las Azores. Sus efectos cada vez son más patentes.
Las altas temperaturas registradas desde mayo han aumentado la evapotranspiración, acentuando el estrés hídrico en toda Europa. El 47 % del continente está en prealerta por sequías y el 17 %, en alerta.
Un suelo con menos agua puede afectar a la seguridad alimentaria del continente y hace que aumente el riego incluso en regiones donde antes no se necesitaba. Es indispensable aplicar medidas de adaptación al cambio climático.
El mundo es cada vez más cálido: la temperatura ya ha subido de media a nivel global 1,1 °C y seguirá aumentando mientras no cesen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Muchos ríos mediterráneos desaparecen transitoriamente debido a la escasez de lluvias, pero otros mueren debido a la sobreexplotación de los acuíferos.
Estas estrategias tienen como objetivo mejorar la seguridad hídrica, mitigar los efectos del calentamiento global en los recursos hídricos y adaptar su gestión a sus impactos.
Las reservas hídricas de los embalses se emplean para regar cultivos, suministrar agua potable y generar energía. Además, proporcionan servicios ecosistémicos y de ocio.
Aunque en regiones como Andalucía, Cataluña y Galicia ya se ha disparado la alerta por escasez de agua, la situación no afecta por igual a todo el país. Los pronósticos señalan que la precipitación será inferior a la normal en gran parte de la península ibérica en el final del invierno y la primavera.
Una serie de herramientas permiten predecir el riesgo de que ocurra un fenómeno climático extremo y las condiciones de humedad del suelo para planificar los cultivos y estimar pérdidas.
De poco sirven el avance de la ciencia y la tecnología en materia de agua si los usuarios finales del recurso, los ciudadanos, siguen actuando desde el desconocimiento o la desinformación.
Muchas plantas son realmente buenas resistiendo los incendios forestales, pero la combinación de sequías, olas de calor y plagas de insectos acrecentadas por el cambio climático puede llevarlas al límite.
Deberíamos considerar los desastres como procesos históricos y responsabilizarnos como sociedad de nuestro papel en las catástrofes pasadas, presentes y futuras.
En el mejor de los casos, incluso si consiguiésemos reducir lo suficiente y con rapidez las emisiones, se agudizarían los fenómenos extremos y las altas temperaturas tardarían siglos en volver a niveles anteriores.
El impacto del cambio climático en los fenómenos extremos relacionados con el agua es cada vez más evidente, advierte un autor principal del nuevo informe.